Domitila Chungara
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La masacre de la noche de San Juan permanece en el recuerdo
La ex dirigente Domitila Chungara y el párroco de la Iglesia de Siglo XX y Llallagua, Don Roberto Dureti, relatan los sucesos de aquella noche del 23 y la madrugada del 24 junio de 1967.
Un ambiente de fiesta se desarrollaba en vísperas de San Juan de 1967, durante el gobierno de René Barrientos Ortuño. Las fogatas agitaban las sombras de los niños, ancianos, mujeres y hombres, que enredaban sus voces al ritmo de alguna melodía andina. Las calles olían a pólvora, cigarrillo, coca y alcohol. A lo lejos se escuchaba uno que otro petardo, quizás dinamita; cuando las nubes colgaban bajas y pesadas del cielo, los juegos artificiales se confundían con estrellas. Así era la noche de San Juan en los campamentos mineros de Siglo XX, en Potosí. Una región singularmente lúgubre, rodeada de riquezas escondidas entre cerros y debajo la tierra.
Al día siguiente, el 24 de junio, se debía realizar el Ampliado Nacional de Mineros, en Siglo XX, donde iban a iniciar protestas contra la rebaja de un 50 por ciento de salarios; y el aporte económico y voluntario para la guerrilla del Che Guevara para derrocar al gobierno y la posibilidad que emerja un foco guerrillero en las minas, lo que habría que frenar lo antes posible, con las armas.
La ocupación Cada hora que pasaba, el silencio iba ganando los parajes. La gente se disponía a dormir, pensando que al día siguiente, la pulpería se llenaría de alimentos que esperaban en los vagones, frente a la estación de trenes. Sin que los obreros en fiesta se pudiesen enterar, la madrugada del 24 de junio, fracciones del regimiento Rangers y Camacho de Oruro bajaban de los vagones del frente de la estación, ocupando dispersos campamentos. A los pocos minutos, las tropas se desplazaron hacia la plaza del Minero, el local sindical de piedra, donde funcionaba la emisora “La Voz del Minero”. Los obreros fueron sorprendidos por un nutrido tiroteo en la zona de Llallagua y La Salvadora, confundidos por la fiesta, pensaron que se trataba de dinamitazos o cohetillos usados en fiestas similares. No obstante, los gritos desesperados de mujeres, el llanto de los niños y el lamento de los heridos los sacaron de su error. Las viviendas fueron atacadas por soldados del ejército. Cientos de balas cruzaban por todas partes, mataban gente, aun cuando estuviera dormida. Entonces ese ambiente de fiesta se tornó trágico; las calles, en esos momentos, olían a sangre y el estallido de dinamitas y balas reemplazaban a los juegos artificiales. Las mayores víctimas se registraron en el campamento denominado “La Salvadora”, cerca de la estación ferroviaria de Cancañiri. Es así como relata la histórica “Masacre de San Juan”, la ex dirigente, Domitila Chungara, que ahora radica en Cochabamba, pero que sus constantes luchas se gestaron en las minas. Hoy, cientos de mineros relocalizados, desterrados y migrantes recuerdan una de las acometidas del gobierno militar de René Barrientos Ortuño.
Cifras La prensa orureña, creyó de su deber, dejar sentado que se produjeron “enfrentamientos de grandes proporciones”. Muchos heridos no fueron al hospital, algunos obreros simplemente desaparecieron, sin que se hubiese podido establecer con exactitud, hasta el día de hoy, las cifras de la masacre. El Diario “La Patria” informó: “A las 4:55 de ayer, las poblaciones mineras de esta zona amanecieron con intensos disparos de fusiles, ametralladoras y explosiones de dinamita, cuando las fuerzas del ejército y la policía minera ocupaban los campamentos mineros en sangrienta acción”. Inicialmente se hablaba de 20 muertos y 72 heridos. Las emisoras radiales Siglo XX y la Voz del Minero, fueron intervenidas; sin embargo, en la clandestinidad se informaba la lista de algunos muertos, heridos y desaparecidos. Rosendo García, Ponciano Mamani, Nicanor Tórrez, Maximiliano Achú, Bernardino Condori, un niño de 8 años, un bebé de horas de nacido y otros más fueron los primeros de la lista. Al final, ningún medio pudo determinar la cantidad exacta de muertos, heridos y desaparecidos.
Causas El párroco de la Iglesia de Siglo XX y Llallagua, Roberto Dureti, recuerda haber llegado al lugar el año 1962. Comentó que desde esa época, existía una resistencia minera a las medidas gubernamentales, que terminó con el ascenso de masas en 1964. Según Dureti, era posible adelantar que el Poder Ejecutivo y las Fuerzas Armadas descargarían un golpe preventivo, con la finalidad de doblegar a los mineros. Un año después, con el pretexto de reactivar la Corporación Minera de Bolivia y equilibrar el déficit, el gobierno disminuyó los salarios de los mineros en un 50 por ciento y obligó a otros a exiliarse. Domitila Chungara recuerda haber visto, cómo el gobierno despilfarraba el dinero del Estado, comprando autos de último modelo, inclusive helicópteros. Fue en ese contexto, que en 1967, los mineros acordaron la reposición de los sueldos, marcha por la unidad, ampliado de la Federación de Mineros (que iba a ser desarrollada el 24 de junio) y el apoyo a las guerrillas del “Che” Guevara (gestada coincidentemente); luego de realizada una asamblea general. “No sabíamos de qué se trataba la guerrilla del Che, pero el gobierno estaba en contra, así que amenazábamos con ayudar a la guerrilla. Además sabíamos que el movimiento del Che, nos ayudaría a luchar por la reivindicación obrera”, indicó Chungara. La ex sindicalista dijo que el gobierno utilizó como pretexto la guerrilla y una supuesta amenaza a las Fuerzas Armadas, para cometer la sangrienta masacre. “Sólo pedíamos la reposición de nuestros salarios y el retorno de nuestros compañeros que fueron despedidos”, explicó Chungara. El padre Dureti recordó que la situación se tornaba tensa, unos meses antes dejó el país para visitar a su familia en Estados Unidos, sin advertir lo que ocurriría luego. Chungara comentó haber sido parte del directorio de la asamblea que se estaba preparando; asimismo, recibían información de una guerrilla que se estaba gestando, en el que participaron los dirigentes Moisés Guevara y Simón Cuba. |
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